Por qué en tiempos de crisis es importante que vuelvas a hablar de propósito

Veril Consultores
6 min readJun 17, 2021

Por Célica Conti

Cuando hablamos de lo obvio, y le queremos poner palabras… no es tan obvio. Si trabajas en el departamento de Recursos Humanos de una compañía es probable que te hayas encontrado con algunas dificultades a la hora de abordar el tema de “propósito”. Porque si bien es algo que muchos piensan que manejan, en la práctica pueden surgir algunos desafíos o incluso haber algunas desconexiones: es normal ver que al Top Management le cueste arrancar a discutir el tema, que lo asocien con algo demasiado “soft” por un lado o ya incorporado y elaborado por el otro. Pero lo cierto es que una vez que se entregan al desafío, más de uno se lleva una sorpresa.

Hablar de de propósito puede parecer algo abstracto, pero en realidad es un tema que toca a la esencia de las organizaciones, se manifiesta en su forma e impacta directamente en todo el ecosistema de la compañía. Ese “para qué hacemos lo que hacemos” toma especial relevancia en tiempos como los que vivimos. Es en estos momentos desafiantes cuando resulta fundamental tener claro un sentido de trascendencia compartido, que nos permita comprender y tener como referencia la luz al final del túnel.

Cuando como individuos, equipos y organizaciones encontramos el sentido en lo que hacemos, este se transforma en una fuente inagotable de compromiso e identificación con eso que hacemos, de aprendizajes, de bienestar, de identificación, de una toma de decisiones efectiva basada en la generación de valor. “Eso que hacemos” buscamos hacerlo cada vez mejor, y esto trae una oportunidad para las organizaciones que hoy están muy estresadas, porque el conectar con la esencia ayuda a pensar las formas.

Hoy se ven equipos muy presionados por generar resultados y quedan atrapados en un hacer constante en el que muchas veces se desdibuja el sentido. Por eso a veces es necesario aplicar un freno de mano y tomar una pausa para pensar el “para qué”. Esta realidad, si bien se podía ver también en tiempos pre-pandemia, hoy resulta más evidente, con equipos trabajando de forma remota y a veces con dificultades para conectar unos con otros. El propósito es, entonces, el hilo común que va a convocar a cada individuo y dará un sentido de pertenencia incluso pantalla de por medio.

Y, si bien es cierto que el tema propósito se viene trabajando hace años en el mundo de los Recursos Humanos, ahora vemos un nuevo nivel de conciencia que viene acompañando a las nuevas formas de las empresas, que persiguen resultados más trascendentales que los financieros. Ese contexto, sumado al posible riesgo de desapego que puso sobre la mesa la pandemia, pone especial prioridad en definir dónde está esa estrella norte que nos recuerda que trabajamos para contribuir a algo más grande que nosotros mismos.

Pero, ¿qué estoy haciendo mal?

Cuando trabajamos el tema con las compañías muchas veces nos encontramos con algunos problemas clásicos como la falta de alineamiento en los focos; vemos dificultad en poder pensar para qué hacemos lo que hacemos y qué queremos transformar; y, por supuesto, el gran desafío que implica pensar en los colaboradores como parte de la ecuación. En nuestra experiencia, lo que más cuesta es definir qué podemos ofrecerle a cada colaborador. Si bien está instalado el concepto de employee experience, al momento de pensar el propósito organizacional como una invitación a los propios colaboradores los equipos suelen quedar en blanco.

Estamos acostumbrados a ver la misión y la visión en el sitio web de la compañía o escrito en algún pasillo de la oficina pero desligado del día a día de la gente, porque vivir realmente el propósito es una cuestión totalmente diferente. Lograr que la misión esté apalancada en el propósito de la gente es un desafío enorme para las organizaciones, pero cuando se consigue, se desata un gigantesco poder de transformación en la empresa y en las personas.

En este punto la variable liderazgo es fundamental. Son los jefes de los equipos quienes tendrán en sus manos el rol de articular el propósito de la compañía con el propósito personal de cada uno de los colaboradores. Pero, por supuesto, esto no es una tarea sencilla o que se consiga de un día para el otro. Es necesario ser muy sutil y tener mucho sentido de servicio para lograr ese click en las personas. Conectar lo estratégico con lo que pasa en la trinchera.

También puede pasar que, aunque tengamos el propósito definido y todos estemos alineados tras él, el contexto mismo de procesos, sistemas y recursos no nos permita que esa misión tome forma. Aquí debemos buscar un balance entre esencia y forma: la forma sigue a la función.

Ahora que lo sé, ¿cómo lo soluciono?

El propósito se descubre o se construye de distintas maneras. Expresándolo de manera que invoque a la acción; incluyendo el “para qué” de esa acción; viendo cómo esa acción contribuye a la vida de los demás colaboradores, clientes, familias y sociedad; siendo conscientes del impacto de esa contribución.

Cuando lo trabajamos, lo primero que tenemos que hacer es, por supuesto, descubrirlo y ponerlo en palabras. El siguiente paso es comunicarlo, darlo a conocer involucrando a todos los roles dentro de la organización, asociando a él los valores, los criterios de decisión, los comportamientos esperados y aquellos que queremos cambiar.

Podemos empezar haciéndonos una serie de preguntas. ¿Para qué hacemos lo que hacemos al final de cuentas? ¿Cuál es el valor último y trascendente de lo que producimos o brindamos como servicio a nuestros clientes, a la sociedad misma? ¿Qué valores compartimos como equipo u organización por los cuales somos reconocidos? ¿Qué comportamientos de mayor valor para nuestros clientes y asociados son los que nos diferencian del resto y de manera explícita mejor expresan quienes somos en nuestro día a día? ¿Podría todo esto definirse en una frase que lo represente?

Otra forma de descubrir el propósito es preguntando a los equipos, relevando historias de éxito, descubriendo motivaciones, de qué se sienten más orgullosos, al igual que escuchar a los clientes ¿Qué es lo que más valoran de nosotros? ¿Cómo lo que hacemos los ayuda especialmente? Una vez identificado, se debe declarar de forma simple, clara y concreta.

El propósito es una co-construcción, que una vez que la tenemos, se materializa al andar. Tiene que estar presente en todo lo que hacemos y no solo debemos verificar que eso suceda, sino impulsar a que se viva. ¿Cómo? Modelándolo y asegurándonos de que las diferentes acciones, conversaciones y la gestión diaria sean coherentes y congruentes con ese propósito.

Vivir el propósito

Tal vez el punto más desafiante de todos estos sea lograr efectivamente que el propósito se viva y se respire cada día y en cada persona de la organización. Sabemos que el propósito está vivo cuando inspira, se incorpora en las diferentes etapas del negocio y cuando guía las decisiones y se prioriza en los temas claves.

Algunas preguntas que deberías hacerte serían ¿Cómo vivimos este propósito nosotros, para adentro y con qué acciones lo vivencian nuestros clientes? ¿Qué temas de la agenda habitual del Comité ejecutivo analizan y ayudan a tomar decisiones para que nuestra comunidad viva el propósito? ¿Qué compromisos de cercanía y ejemplo asumimos? ¿Cómo verificamos que vamos por el buen camino?

Desde Veril Consultores creemos que todo lo que hacemos está atravesado por el propósito. Por eso nuestro enfoque de solución tiene que ver con ayudar a que las compañías logren sus objetivos poniendo el foco en las personas y este foco no puede funcionar aislado del propósito, porque este es el que nos ayuda a pasar de la gestión en “modo supervivencia” a la gestión en “modo trascendencia”. Pasar a un “hacer” que motiva, inspira y desafía tanto en lo individual como en lo colectivo.

En este contexto de crisis que vive el mundo, ¿conoces cuál es la estrella norte que guía a tu equipo? Y más importante aún, ¿se respira en el día a día de trabajo?

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